*
Cada tarde caía al suelo hastiado de la vida que parecía jugar al tiro con arco las esperanzas y los sueños. No quedaban rastros de elocuencia, solo colillas de ingenio apagadas en el cenicero de la vida, parecía no quedar rastro de lo que había sido y cuando se hundía en esbozos de un pasado, cuanto menos agitado, no hallaba consuelo para el ardor del alma, no encontraba medicamento para tal sufrimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario